
LO FANTÁSTICO EN LO MUNDANO; una entrevista con Elisa Malo
Por Pablo Rendón (@pagusrendon)
FICUNAM tuvo la oportunidad de conversar con la artista mexicana Elisa Malo, quien realizó la imagen de la décima primera edición del festival. Para realizarla, Elisa se inspiró en la obra del cineasta taiwanés de origen malayo, Tsai Ming-liang, realizador al que dedicaremos una retrospectiva con sus películas más emblemáticas, y muestra un vívido mosaico lleno de percutantes imágenes metafóricas y personajes que coexisten dentro del mundo del cineasta.
Cuéntame la historia detrás de esta imagen, ¿cómo te preparaste para realizarla?
La verdad es que FICUNAM me dio total libertad para trabajar la imagen. Michel Lipkes me platicó que le gustaba mucho mi trabajo e intuía que había una similitud entre lo que yo hago y el trabajo de Tsai Ming-liang. Me platicó de la retrospectiva que prepara el festival y me puse a investigar. Desde el principio, desde las primeras dos películas que vi, me di cuenta de que sí había algo. Pudo haber sido que no me identificara para nada con el trabajo de este director, ¡y en realidad me fascinó! Decidí que iba a trabajar con el material de su obra. Últimamente he estado haciendo uso de cuadrículas en mi trabajo; como retículas que remiten a lo narrativo. Entonces empecé a pensar que quizás funcionaría tomar escenas, tal vez no las más obvias y representativas de cada película, sino las que me dijeran algo; imágenes fuertes que también hablaran a quienes vieran la imagen. Revisé toda su filmografía y escogí ciertas imágenes que, además de la fuerza que tienen por sí solas, pudieran integrarse en una sola imagen que no sólo reflejara el trabajo del director y los símbolos que utiliza, sino que se complementaran y pudieran contar una historia.
Creo que tu obra comparte una cierta inquietud que encuentro en el cine de Tsai Ming-liang. No sé si estás de acuerdo conmigo, ¿pero quizás este interés por los personajes cotidianamente extraordinarios?
Sí, en general trabajo mucho con eso. También, específicamente, me sentí muy atraída a su trabajo por su forma de abordar lo onírico; entre la pesadilla y el sueño de nuestra realidad cotidiana; la parte fantástica que acontece día con día.
A mí me pasa que las películas de Tsai Ming-liang, con sus largos planos y silencios, me remiten a la obra de Edward Hopper; los momentos más íntimos de sus personajes femeninos a la obra de Paula Rego… En cuestión gráfica, ¿a ti qué te recuerda su filmografía?
No sé, pienso en cómo trabaja la iluminación. Para él es muy importante la oscuridad, pero también manipular la luz. Entiendo lo que dices de Hopper, sí lo puedo ver. No sé si me arriesgo al decir esto, pero me remite a una onda lynchesca, esta cuestión del misterio y la luz, aunque de manera distinta. Encuentro relación entre el trabajo de Tsai y algunas escenas del trabajo de Daniel Richter sobre seres nocturnos.
Hablemos de cine. Leí en una entrevista que tu cineasta favorito es Harmony Korine, lo cual me hace todo el sentido del mundo dado su interés, también, en lo “cotidianamente extraordinario” y las historias de los personajes marginados. ¿Cuáles son tus referentes cinematográficos?
Harmony Korine sí es como mi máximo, es algo que platicaba con Michel al principio, que su obra también se interesa por la rareza en la creación de personajes; David Lynch me gusta muchísimo, David Cronenberg… ¡y ahora soy fan de Tsai Ming-liang! No creas que sólo revisé su obra para trabajar la imagen, ahora estoy muy obsesionada. Me interesa muchísimo que no se queda únicamente en lo cinematográfico, sino que también lleva su trabajo a la instalación y explora otros formatos.
Me encontré con esta frase en la introducción de una exposición tuya en Galería Vértigo: “Entre las personas marginadas que viven en la oscuridad, hay luz”. Eso es algo que también podríamos decir de la obra de Tsai, ¿no crees?
Sí, creo que es un tema complicado. Siempre es difícil hablar del otro, es algo delicado. Por lo general mis proyectos personales, en los que yo trabajo, son “de largo aliento”, investigaciones que llevan muchísimo tiempo. Estuve trabajando durante un tiempo sobre el tema de los vagabundos y el mundo que les rodea. Es un tema que puede prestarse a malentendidos sobre desde dónde se aborda; no me gusta que se le relacione con una cuestión de exotizar o utilizar a las personas con el fin de un proyecto personal. Me interesa más bien la mística que hay alrededor, son personas muy solitarias; mucha gente no les habla, les tiene miedo y sufren un rechazo muy grande por parte de la sociedad. Muchos tienen una condición de fantasía asimilada como forma de afrontar la adversidad. Es raro, es algo que ligo a otro tema con el que ahora estoy trabajando que es el del payaso, este personaje triste que a la vez es feliz; que asusta, pero su trabajo es dar alegría. Creo que hay algo de magia en todo eso que está entre nosotros.
¿Qué es lo que seduce de estos personajes que bien podrían pasar desapercibidos?
Yo creo que es parte de un proceso para tratar de entender a las personas que no viven bajo la norma, incluso conocer otros modos, lograr entender mundos alternos. A mí me interesa mucho eso: tender puentes entre los mundos internos y los mundos externos, visibilizar esas conexiones que están ahí. A lo mejor hay algo de eso en el trabajo de Tsai: en los recorridos cotidianos, en imaginar historias.
Uno de los tópicos recurrentes en la obra de Tsai es la incomunicación. Al respecto comenta que a sus personajes les cuesta comunicarse porque es algo que a él le sucede, y bueno, ¡por eso hace películas! ¿En tu proceso creativo ocurre algo similar? ¿Te identificas con los personajes o situaciones que plasmas en tu obra?
Claro, aunque quizás no en lo que se refiere a la incomunicación. Siento que hay distintas sensibilidades, te doy un ejemplo: este oficinista que trabaja para un gran monopolio, gana mucho dinero, hace todo en automático y que no se detiene a pensar en nada, es lo contrario a estas otras personas que como esponjas absorbentes reaccionan a todo lo que está ahí: lo que viven, lo que observan, lo que escuchan. Distintas percepciones que se reflejan hasta físicamente; eso me interesa un montón.
Pienso en una de sus películas, The Hole, donde vemos a un par de personajes confinados durante una pandemia, algo abrumadoramente actual. Irrumpen de pronto estos números musicales un tanto camp que Tsai llama “consolaciones”; una especie de escaparates a una realidad opresiva, ¿hay algo de eso en tu obra? Pienso en el uso del color, incluso en la técnica, los paint markers…
No sé, ¡buena pregunta! Aunque, bueno, no es algo que particularmente me encante de The Hole. Visualmente es increíble y entiendo lo de la válvula de escape, pero a mí me rompía el mood. Respecto a mi trabajo, sí, suele ser muy colorido y los temas que trato son un poco oscuros, pero lo que me gusta es la dualidad. Me gusta que convivan ambas partes, no creo que las cosas sean en blanco y negro; me gusta la mezcla que vive en la mitad, un poco como el agua y el aceite que no son una mezcla homogenea; me gustan las combinaciones tangibles. Pienso en estos personajes, en las frases como “no confíes en alguien que todo el tiempo está feliz”.
Y hay en tu obra una cierta intimidad con los personajes. El mostrar también sus momentos de vulnerabilidad, como cuando Tsai Ming-liang nos muestra hasta la forma en la que van al baño; el romper incluso con los temas que son considerados tabús…
Sí, totalmente. Sobre las películas de Tsai, recuerdo que Michel me advirtió que eran tomas muy lentas. Es verdad, es un cine muy lento, lo cual no quiere decir que sea insoportable. Al contrario, logra que te insertes en la historia, que observes y esperes. Siento que eso hace que las situaciones en apariencia mundanas terminen por ser increíbles. Una de las imágenes que utilicé la escogí por eso, porque es muy fuerte y además la relaciono mucho con la pandemia: la cucaracha atravesada por la punta de metal de un compás. La tensión que ocurre en ese momento: afuera llueve, estás en tu casa encerrado, esperas algo sin saber qué es y de pronto fijas ese instante. Es algo brillante.
¿Y cuáles fueron las películas de Tsai que más te llamaron la atención?
¡The Kid me encantó! Se me hizo increíble esa película y sé que no es de lo más importante dentro de su filmografía, pero siento que ahí ya hay una idea de todo lo que desarrolla después. Me gustó casi todo: Stray Dogs, Rebels of The Neon God, The Hole… ¡Todos los ejercicios visuales del monje budista me encantaron! Lo que me voló la cabeza de sus películas, que además es en lo que encuentro una relación directa con mi trabajo, es la parte del sueño; todo ocurre como en un sueño, de la primera película hasta la última está todo conectado, se siente como una película eterna. Es una especie de déjà vu en el que se repiten locaciones y actores, no siempre en el mismo personaje. Eso me encantó.
Sé que uno de tus trabajos más ambiciosos y que te llevó más de 10 años preparar fue la exposición Tiki Tiki, en la que documentas la vida de Adela, quien alguna vez fuera vedette y bailarina en el ballet de Agustín Lara; cantautora, payaso y campeona de pesca femenil. ¡Ahí hay un personaje para una película de Tsai Ming-liang!
Sí, la verdad es que el proyecto no termina en esa exposición, ciertamente esa fue una primera salida, cuando empecé a fotografiar a Adela como en el 2008, era sólo eso: probar hacer unas fotos con ella. Después fue avanzando, hicimos algunos proyectos juntas y creció mucho la relación entre nosotras. En algún punto decidí que tenía que hacer un documental porque no había forma de abarcar solo fotográficamente sus historias. Se salió del estándar fotográfico que yo tenía pensado; muy rico visualmente: su traje, su maquillaje, toda la esencia, pero no era suficiente. Si bien habían pasado años en los que no había hecho tomas muy precisas, siempre la grabé. Sigo en ese proyecto, aún no está terminado.
Creo que el lugar común sería decir que es “una historia triste pero muy colorida”, cuando en realidad es una historia cotidiana. Ni más triste ni más colorida que una conversación que podríamos escuchar de alguien en el metro. A eso me refiero con que lo cotidiano tiene mucho de extraordinario, y acá va una pregunta un tanto complicada: ¿por qué nos cuesta tanto verlo?
Creo que la mayoría de las veces y a la mayoría de las personas, quizás nos cuesta porque estamos como anestesiados. Me subo al metro, voy al trabajo, regreso, pienso en mis problemas: en el dinero, en mis deberes. No estamos observando, no estamos abiertos, no somos empáticos. Es loco: a Adela la conocí en el metro, me llamó mucho la atención porque no podía creer que había una viejita con un traje de lentejuelas, de los tobillos hasta el cuello. No traía ya el maquillaje de payaso. No entendía de qué se trataba y entonces me acerqué a hablarle. Así de fácil, fue mi curiosidad. Recuerdo también que cuando llegué a vivir a la Ciudad de México me sorprendía muchísimo, en mis trayectos del metro a la escuela, ver que la gente leía periódicos como “El Alarma”, con alguien degollado en portada, mientras desayunaban o con el niño en las piernas. Qué fuerte, ¿no? Estamos como anestesiados y acostumbrados a toda esa dureza.
Creo que son precisamente esos momentos extraordinariamente mundanos los que nos hacen empatizar con la obra de Tsai Ming-liang. No hay nada de ese exotismo de oriente al que estamos acostumbrados en otras películas, ¿tú qué piensas?
Creo más bien que se trata de lo fantástico en lo mundano. Hay ahí una combinación perfecta entre lo visual y la intención de contar una historia. Es un poco lo que intenté hacer con la imagen de FICUNAM: el cartel completo así como lo ves cuenta una historia. Trabajé muchas imágenes aparte, además de las que aparecen ahí. Mi intención fue armar una especie de rompecabezas en el sentido de hacer que una imagen respondiera a la otra; qué imagen nos cuenta algo con relación a la que le sigue. Entonces, la primera imagen, es la imagen en la cual solo vemos las piernas de alguien que está atravesando por un muro de lámina, está ahí porque es mi forma de decir que entras al mundo de Tsai, es una especie de bienvenida: entras a este hoyo oscuro y raro. Después, cada imagen tiene una relación con la anterior; por ejemplo, en la esquina, la chica que trae una tina en la cabeza está hablando por teléfono, y a mí me gusta pensar que está hablando con el de la esquina de abajo. Luego está la madre con la hija en la parte de abajo, que están impactadas por lo que ocurre arriba, que es la sandía. Ahí, en la franja donde aparece la sandía, son todos agujeros. La última imagen recibe la luz, que es la conexión con este mundo. Trabajé con todo eso, con la composición de cada imagen para que funcionaran por sí mismas, pero también en su conjunto.

Elisa Malo (Xalapa, México. 1989)
Artista visual egresada de La Esmeralda. En 2009 formó parte del Seminario de Fotografía Contemporánea del Centro de la Imagen y fue seleccionada en la Bienal FEMSA. En 2012 participó en el Festival Drawing (a) Live en el MAM y en 2016 presentó la acción «Dibujar para recordar o para olvidar» en el marco de la exposición de Tacita Dean en el Museo Tamayo. Parte de su trabajo se ha presentado en muestras individuales como Secret Spells 2009, Arcoíris Lumpen: Flama Aura Druzy 2013 y Tiki Tiki 2020, y en exposiciones colectivas en Alemania, Brasil, Costa Rica, Estados Unidos, Japón y México. Su práctica se concentra en el estudio de los límites de lo convencional. A través de medios como el dibujo, la pintura, la fotografía y la instalación, busca desde lo sensible tener mayor entendimiento de la otredad y lo que esta comprende, tendiendo puentes entre mundos internos y externos. Actualmente vive y trabaja en México, y forma parte del Programa Educativo SOMA.