En su última entrega, Eric Baudelaire nos muestra cuatro años de trabajo con los estudiantes del grupo de cine del Instituto Dora Maar en Saint-Denis, Francia. Partiendo de la premisa “una película puede ser sobre cualquier cosa”, Baudelaire funciona como un acompañante que sigue a los alumnos mientras filman, cámara en mano, diversos espacios de su cotidianidad: al interior de sus hogares, en las calles aledañas a la escuela, en corredores, cafeterías, salones y parques. A la manera de los grandes documentalistas, la mirada joven descubre su entorno y convierte los paisajes familiares en escenarios de relato fantástico mientras se pregunta sobre la esencia de la materia filmada: “Esto no es un documental”, “Cuando el sonido muere es dramático”. Así, la película lleva a cuestas la crónica de su propia filmación alternada con las opiniones de los estudiantes sobre su realidad política y social, juego de espejos donde el espectador descubre que los filmadores son filmados mientras dan cuenta de su paso por el mundo.