Ulrich Köhler: Los fantasmas de la civilización

No creo en los mensajes, yo no soy más listo que el público, creo que a algunas personas les puede resultar interesante, pero no es esa mi comprensión del arte.
Yo no quiero mostrar cosas, sólo quiero hablar de las injusticias.

Como parte de las conversaciones que conforman la colaboración entre la Cátedra Bergman y el FICUNAM, se llevó a cabo la conferencia magistral  Los fantasmas de la civilización, en la que el cineasta alemán Ulrich Köhler conversó con el periodista y gestor cultural, Luis Rivera.

La conversación abordó temas como su naturalidad y sencillez para mostrar en sus películas la realidad de un mundo sin excesos ni sobreexplotaciones de manera orgánica, y sobre su individualidad profesional, característica que influye en su cine.  Sin altos fondos ni soportes grandes de producción, Ulrich ha logrado trasladar su visión a la pantalla.

La Escuela de Berlín, a la que el público y la crítica adscriben a Köhler, no está necesariamente unida por aspectos estéticos o narrativos del cine, se trata más bien de una coincidencia: “creo que es algo muy diverso. Los cineastas de la Escuela de Berlín desean hacer películas desde un punto de vista más personalizado”.

Un dato recurrente a la hora de hablar del pasado que formó al alemán, es su infancia en el Congo: “todos los guiones que he hecho son acerca de un cierto tipo de gente, un sector muy pequeño que no se siente cómodo con su clase social, y creo que esto viene de mi infancia. El hecho de que mis padres estaban comprometidos socialmente con proyectos humanitarios, me hacía sentir como un artista egoísta. Siempre sentí una conciencia culpable de ser artista, cuando mis papás eran ayudantes comunitarios”.

Hace algunos años, Köhler escribió un texto en el que, tomando como referencia una película de Ken Loach, argumenta por qué no hace películas políticas: “Lo político se pone entre paréntesis, todo es político, bañarse, ir a festivales. No me interesa una película de activismo político, soy cineasta y me interesa la política, me interesa mucho más que la crítica cinematográfica. Paso mucho tiempo leyendo sobre cuestiones políticas, soy una persona con conciencia política. Mi película Sleeping Sickness tiene implicaciones políticas y es sobre cómo escapamos de una estructura política y nos convertirnos en racistas mientras trabajamos en África. No creo que esta película vaya a cambiar algo en el mundo”.

Más allá de esa postura, sus películas tienen repercusiones a distintos niveles: “creo que es una forma de lidiar con mi propia identidad. Me dio mucha felicidad hacer mi primera película y darme cuenta de que al presentarla por primera vez en el Festival de Cine de Buenos Aires, el público sí la entendió, y que podía funcionar al mismo tiempo con alguien de Argentina o de Corea. Es cosa de lidiar con cuestiones personales. Descubrir un mundo nuevo. Para mí es importantísimo conocer el mundo en el que voy a poner mi película. Mis películas suceden en las provincias, porque ahí pasé los primeros 20 años de mi vida. Tengo que conocer el lugar, si quisiera hacer algo en CDMX necesitaría impregnarme de la ciudad y conocerla”.

Sin embargo, el tiempo entre película y película, no sólo se define a partir de sus necesidades personales, “no soy sólo yo quien determina el tiempo, son varios factores: no soy rápido, todo en mi vida empezó tarde, soy muy lento en todo. Pero al mismo tiempo tiene que ver con los fondos y nuestra dependencia con los productores. Yo haría una película cada cuatro años si pudiera”.

Pero más allá de las posibilidades que podría dar el dinero, existe una contraparte: “soy un poco esquizofrénico, soy un fanático del control y me gusta elegir todo. Al mismo tiempo, odio tener un equipo muy grande y no quiero tener la presión del tiempo y el dinero, así que siempre lucho por tener un equipo pequeño”.

Finalmente, a esta coyuntura se suma el tema de la escritura: “Mi proceso de escritura es más un ‘¿qué tal si…?’. Tienes que empezar por un interés personal… Me gusta la idea de que una escena no sea sólo algo que tenga función dentro de una narración, sino que sea algo autónomo, que tenga sentido en sí misma. Yo vengo de la literatura, me gustaría escribir novelas. Escribir guiones es algo que no me molesta”. Es quizá por eso que con los documentales se siente incómodo: “Yo no haría jamás un documental. Observar a la gente con una cámara y sentir que no estamos al mismo nivel de comunicación, eso me hace sentir que lo estoy explotando, sobre todo si no es de mi misma clase social”.

Esta conferencia se realizó el 4 de marzo en el Auditorio del MUAC, en el marco de la novena edición del FICUNAM, Festival Internacional de Cine UNAM.