
Recuerdo a Joe en la UNAM, por Jean-Pierre Rehm
Por Jean-Pierre Rehm
Traducción de Salvador Amores.
“A mediodía”, conclusión de los créditos del filme, dos palabras que anuncian la transgresión de las reglas aristotélicas. El final no ha paralizado nada, no es la hora fatídica en que la películas duerme o el espectador despierta: a este título le siguen, sin diálogos y con sonido directo, unos diez minutos más de planos. En este bonus incluido, ¿qué hay todavía por ver? Hordas de niños patear un balón, lanzarse al agua para reír de su dulzura, molestar animales domésticos y dispersarse finalmente en un bosque blanco y negro. Más discreto que los créditos animados en el primer tercio de Gente en domingo (Menschen am Sonntag, 1928) de Robert Siodmak, título que evoca de modo similar la recreación. Gran vacación del filme una vez cumplido su deber, declarado el origen de su título, Mysterious Object at Noon (Dokfa nai meuman, 2000), precisión horaria que permanecía, hasta allí, carente de significación. Metodología retroactiva, tal “mediodía” libra las claves de un misterio cuyos giros nos llevaron a deambular por el noroeste de Tailandia y revela, durante el momento del día con la luz más intensa, la simplicidad de su secreto: detrás del truco, ocultos bajo un guión aturdido, la infancia y sus juegos. ¿Eso es todo? Sí, y podríamos detenernos allí, tan obvio es que Joe Apichatpong Weerasethakul sabe desarrollar un arte precioso, cada uno de sus filmes en abono a esta confirmación, la de contentarse con muy poco. A esta poética de la economía y de la disponibilidad le ha otorgado, en otro título aparecido en pantalla para comentar una modesta comida familiar, su manifiesto: “estas cosas simples que hacen los tailandeses”.
¿Pertenece entonces, j. a. w., al clan de los materialistas tercos, los Dovzhenko, Korda, Sjöström, Painlevé, Ozu, Pelechian, Pollet, Rousseau, Costa? ¿Al bando de los fenomenólogos sensualistas? Cantidad de rasgos los invocan en su preocupación por la superficie. Superficie, heteróclita, claro está, del follaje, la corteza, los ríos, los caminos y las rutas, las vías, los edificios, los carteles ondeando al viento, las nubes, los objetos, los alimentos, las imágenes, los rostros y los cuerpos, etc. Superficie, en fin, de las pieles. Innumerables, porque j. a. w. se detiene atentamente en la colecta del herbario, son de toda una naturaleza histerizada en sus apariciones, al punto de demostrarse enferma. Se descarta aquí la sospecha new age. Menos perniciosa que en Wind Across the Everglades (1958) de Nicholas Ray, la naturaleza, tan exuberante como pueda ser, no resguarda ningún folclor. Demasiado física, tan concreta como las sociedades urbanas o rurales que rodea, llama a su cuidado. A quien no lo haya comprendido, la patología epidérmica que sufre Min, el amante birmano de la joven Roong en Blissfully Yours (Sud sanaeha, 2002), eco de la alergia en la nuca de la profesora Dogfhar en Mysterious Object at Noon, es metonímica. Toda superficie existe aquí bajo amenaza de desmoronamiento, toda frontera se descarapela. No hay sonido que no corra el riesgo de desvanecerse, lo repiten las dos escenas similares en estas dos cintas del abuelo con sordera. El afuera se exhibe plano, es su vocación, pero de modo tan precavido que hace falta, para aprehenderlo, la paciencia de una auscultación, aquella de la sesión estetoscópica que abre Blissfully Yours, bajo el silencio religioso de los preciosos minutos sin sonido.
Este es un adelanto del ensayo de Jean-Pierre Rehm para ‘El cine que arde’, edición conmemorativa de los 10 años de FICUNAM, que se publicará en abril 2020.