Otras superficies de placer; Touch Me Not, de Adina Pintilie

Por Sofía Ochoa Rodríguez

En Touch Me Not, la rumana Adina Pintilie pone al cine al servicio de la introspección terapéutica sexual. La realizadora plantea las reglas desde los primeros planos: un extreme close-up a un hombre desnudo anuncia el interés en el análisis del humano sin ningún tipo de máscara, y la insistencia en colocar la cámara a cuadro nos alerta sobre la naturaleza artificiosa de lo que miramos; a pesar de estar galopando a caballo entre el documental y la ficción, el filme, el cine, no deja de ser una construcción.

La aversión al contacto físico de Laura (Laura Benson) y Tudor (Tómas Lemarquis) detona una exploración interior, que incluso podría llamarse espiritual, a través de su sexualidad. Cada uno, por vías distintas y con personas con trasfondos poco convencionales, asisten a terapias atípicas que van más allá de lo lingüístico para detonar las frustraciones, los miedos, los recuerdos y las expectativas que moldean sus creencias sobre el sexo, y así trabajarlos y trascenderlos. Los personajes tienen la cualidad de la franqueza, es decir, sus palabras y emociones vienen de un lugar muy profundo de autoconocimiento y reconocimiento.

Con una cadencia suave, este filme queer, en toda la extensión de la palabra, se planta como un espejo que confronta la relación que tenemos con los otros a partir de cómo experimentamos nuestro propio cuerpo, desvanece prejuicios sobre el sexo y la belleza, y muestra un camino de amor a uno mismo que culmina con el placer y la plena aceptación.