
Otra vez Angela Schanelec
Por Eduardo Cruz
Cuando me invitaron a escribir un ensayo acerca de la obra de Angela Schanelec a propósito de la décima edición de Festival Internacional de Cine de la UNAM, la retrospectiva que le dedicaron en 2017 y en consonancia con el estreno de I Was at Home, But (Ich war zuhause, aber, 2019), su más reciente película, mi emoción se vio empañada por la duda. Por un lado me interesaba escribir sobre ella, por el otro, hacía tres años había publicado un texto estudiando algunos aspectos que atraviesan el grueso de su filmografía. De entre todas las labores que el oficio de escritor conlleva, la de reescribir me parece un suplicio borgiano, como internarme en un laberinto cuya salida podría nunca encontrar. Así que para no incurrir en el ejercicio de escribir lo mismo pero de otra forma, ni de inventar nuevas conclusiones para evitar repetirme, apelando a la posible vigencia del ensayo ya escrito y emulando un ejercicio literario descubierto recientemente, decidí agregar notas, precisiones y nuevas reflexiones sobre el ensayo original, convirtiéndolo en un texto que se mira a sí mismo, pero solo para mirar otra vez a Angela Schanelec.
A la orilla del río dos soledades tímidas que se abrazan.
J. L. Ortiz
La obra de Angela Schanelec es uno de los ejemplos más exquisitos del cine contemporáneo. Agrupada junto a Christian Petzold, Matthias Luthardt, Ulrich Köhler y otros exponentes del joven cine alemán de nuestro siglo en lo que la prensa ha llamado La Escuela de Berlín, ella destaca por su precisión formal. Es una cineasta que piensa plenamente la puesta en escena y que desafía los modelos de la narrativa convencional. Su cine pareciera un ejercicio constante de perfeccionamiento del uso del espacio y el tiempo cinematográficos. (I) Desde He pasado el verano en Berlín (Ich bin en Sommer über in Berlin geblieben, 1993), uno de sus primeros cortometrajes, hasta El sendero de los sueños (Der traumhafte Weg, 2016), la elipsis y el fuera de campo son puestos a prueba. Sus películas, sucesiones de “bloques de intensidad”, no necesariamente relacionados de forma consecutiva, exploran la soledad humana a partir de la observación puntual de lo cotidiano. Colección de momentos ordinarios que dotan de importancia al más mínimo acto.
(I) Al centro de I Was at Home, But, hay una familia que atraviesa un duelo. El padre y esposo, muerto dos años atrás, permanece en el fuera de campo pero todo lo que ocurre parece ocurrir en su nombre, aunque nadie lo diga. Cuando el filme inicia, Phillip, un adolescente de 13 años, regresa a casa, prácticamente mudo, sin interés por explicar su desaparición de una semana. La madre, Astrid, y su hermana menor tampoco parecen estar llevando el asunto muy bien. Una dolorosa distancia se insinúa entre ellos. Pero esta situación apenas se enuncia, la cámara no persigue la angustia o el desasosiego, permanece quieta. Angela Schanelec retrata la fragmentación de esta familia sin un hilo específico, atendiendo lo que queda de ellos, en forma de viñetas de su vida en casa y escuela. A lo largo de la película, –como en el resto de su obra–, hay cierta propensión a lo estático que deviene reflexión, a través de la desnuda puesta en juego de los elementos en el plano.
Este es un adelanto del ensayo de Eduardo Cruz para ‘El cine que arde’, edición conmemorativa de los 10 años de FICUNAM, que se publicará en abril 2020.