Otra masculinidad es posible; Luciérnagas, de Bani Khoshnoudi

Por Arantxa Luna

Ramin (Arash Marandi) es un joven gay iraní que huye de la represión sexual en su país. Sin un plan exacto a futuro, Ramin cruza el continente y llega al puerto de Veracruz, en México. Allí, como una evocación a los días que transcurren al ritmo de la inmensidad del mar, la incertidumbre, la tristeza y la soledad serán, paradójicamente, el camino a encontrar el sosiego.

Luciérnagas, de la directora Bani Khoshnoudi, es un encuentro de mundos. Después de su llegada a Veracruz, Ramin conoce a Leti (Flor Eduarda Gurrola), la encargada del hotel donde se hospeda. Sus vidas, en apariencia lejanas, se unen a través del desencanto personal y la posterior quietud cuando ambos asuman una ansiada y poco conocida libertad.

Ramin conoce a Guillermo (Luis Alberti), un inmigrante de Centroamérica que, como él, deambula sin raíces. Su encuentro permite que la directora nos muestre una manera de transitar y observar el universo masculino entre los cuerpos que trabajan en oficios temporales, cuerpos que no se afianzan a nada. Leti, por su lado, también es el daño colateral de una masculinidad rancia ante la ausencia de un amor que se fue sin explicaciones.

Khoshnoudi mira a Ramin y a Leti como dos personas envueltas en el exilio. Su reconocimiento sexual y amoroso evocará en ellos las cicatrices físicas y emocionales del abandono. Así, la presencia del territorio, un puerto que recibe y despide a cientos de cosas y personas, abre la posibilidad de transitar entre el pasado y las posibilidades que les ofrece su presente. Ramin y Leti son la otredad que se percibe lejana; sin embargo, es el alivio cristalino ante la contención social.