Ignacio Agüero toma algunas cartas escritas a mano como pretexto para volver a su casa como si esto fuera el punto de partida de una encomienda personal, pero no lo hace contando una historia, sino el cómo suceden las cosas a alrededor del realizador. Elipsis en constante aparición que se construyen a partir de elementos puntuales: la esquina de su casa, la Cordillera de los Andes y el Provincia, el cerro que le da nombre a la película.
El filme podría funcionar como secuela de El otro día (2012), pero ahora no son las personas las que asisten a la casa del cineasta para interrumpir su cotidianidad, sino su entorno, el que ha cambiado, y el paisaje, que se ha llenado de obstáculos que le impiden observar como antes. Con entrevistas y grabaciones, Agüero le da voz a la gente mientras que con el montaje y la inserción de archivo fílmico convierte la obra en videoensayo histórico y memorial.
Santiago de Chile tiene muchas formas de contarse, ahí están las historias de Patricio Guzmán, quien lo cuenta desde el exilio y como una forma de volver; mientras, Agüero lo hace desde dentro, como alguien que nunca se fue.