Neptune Frost y Faya Dayi: La necesidad humana de una representación propia.

Cine de la liberación: Dislocaciones binarias y diáspora negra
*Texto presentado por Lumínicas

Por Astrid García Oseguera

Miércoles 16 de marzo de 2022. Se llevó a cabo la mesa Cine de la liberación: Dislocaciones binarias y diáspora negra, como parte de las actividades académicas de la 12° edición del Festival Internacional de Cine UNAM. Además de la presencia de Maximiliano Cruz, director del festival, estuvieron presentes Saul Williams y Jessica Beshir, cineastas, y la actriz Anisia Uzeyman para hacer posible el encuentro, celebrado en el Museo Universitario Arte Contemporáneo durante el octavo día de actividades en torno al arte cinematográfico.

Para recibir el evento, Abril Alzaga, directora ejecutiva del festival, hizo hincapié en la importancia de llevar a la programación ese cine que se realiza desde el no-privilegio. Indicó que lo que inspiró a la creación de estas mesas de discusión fue justamente esa invisibilidad a la que muchas obras están inscritas por ser parte de una otredad que rara vez puede verse en pantalla grande: “si no se ponen en imágenes esas otras experiencias es imposible nombrarlas”, expresó.

Con motivo de dar inicio al diálogo, Maximiliano Cruz detalló lo significativo que esta charla se realizara en un festival latinoamericano, pues Neptune Frost (2021), dirigida por Williams y Uzeyman participa en esta edición de FICUNAM en la Sección “Atlas” de la categoría en “Panorama Internacional”, y es una coproducción Ruanda-Estados Unidos, que aborda de  manera distópica una reflexión sobre las relaciones de poder y los sentimientos que transforman la adversidad. Mientrtas que, por su parte, Faya Dayi (2021), que participa también en Atlas, es una cinta documental de Etiopía, EE.UU. y Qatar, que se enfoca en la Región Harar, en los rituales religiosos del khat y cómo la hoja que los musulmanes sufíes mastican para meditar provoca la violación de su territorio por agentes externos.

Las inquietudes transversales, como las nombró Cruz, que se viven en el territorio mexicano pueden encontrar vasos comunicantes con los relatos de este par de cintas, donde el poscolonialismo, la defensa de la tierra, el extractivismo y la lucha por el medio ambiente son temáticas que componen el día a día de la población en países como Ruanda y Etiopía, las naciones presentes en estas películas. 

Uzeyman, actriz de títulos como Félicité (Alain Gomis, 2017), expresó que la “lucha es redirigir los orígenes de nuestras narrativas”, pues considera que se puede llevar a la audiencia a la lucha presente en historias que no se inscriben en ningún formato conocido. Indicó que no existía cine en Ruanda antes de los años 2000, por lo que el estilo que ha nacido de esta nación es “libre, inventivo, interesante y bello”, pero que es completamente ajeno al privilegio. Puntualizó que la población de su país nunca había producido imágenes sobre sí misma y que se convirtió en una necesidad.

En ese sentido, Williams expresó que la comunidad es una parte fundamental del cine independiente como el que realizó en colaboración con Uzeyman. Relató que recurrieron a una campaña de fondeo para que la audiencia estuviera cerca del proyecto desde el inicio, pues es lo ideal cuando se trata de producciones con este corte. Un ejercicio que va a la inversa de las grandes producciones, las cuales carecen de este sentido de pertenencia que hacen posible títulos como Neptune Frost. Asimismo, realizó una reflexión sobre pertenecer a un pueblo con riquezas y cómo irónicamente esto provoca vulnerabilidad ante la colonización, pues los bienes materiales, las cosechas y la minería hacen de una nación un blanco de violencia que no sólo radica en el maltrato al ser humano, sino también al medio ambiente: “todo el mundo da por sentados estos productos”, lamentó el cineasta.

De igual manera, Beshir expresó su experiencia como realizadora, la cual significó para ella un añorado “regreso a casa”, indicó que las cuestiones geopolíticas y amenazas que vulneran su seguridad hicieron que dejara su país en contra de su voluntad, por lo que su cinta es la manera que encontró de volver a su hogar. Además, de forma personal significó una manera de exponer la lucha constante con esas superestructuras que controlan el mundo, dejando claro que su intención es negociar con esas arquitecturas: indicó que le interesa “dialogar con todas las personas que vean mi película” y demostrar que es posible llevar a cabo una negociación lejos de los límites interpuestos por categorías como el género.

Williams, actor neoyorquino con más de una veintena de créditos como intérprete y sólo uno como director: Neptune Frost, indicó que la idea de un mundo binario se contrapone al espectro que en realidad representan términos como la etnicidad, por lo que también expresó la necesidad de llevar a la conversación otros puntos que no han sido visibilizados por este pensamiento binario, como la importancia que tiene el medio ambiente en la búsqueda de la justicia, un tema que no se aborda por la óptica colonialista que tiene poder sobre las narrativas que se proyectan en pantalla grande.

Las dos participantes de la mesa otorgaron reflexiones profundas que sirvieron para concluir esta conversación en torno al cine de la liberación: Bashir enfatizó que las producciones del no privilegio pertenecen a un arte más cercano a su causa, pues se construyen desde el sentir de la voz autoral, que imprime las vicisitudes del camino en su obra, provocando una mayor cercanía a la audiencia; mientras que Uzeyman comentó que para ella el quehacer cinematográfico era similar a los esfuerzos realizados por culturas milenarias: “el deseo de tocar el infinito documentando nuestro efímero paso por la Tierra”.