
La restauración fílmica: en busca del origen perfecto
Por Arantxa Luna, guionista y crítica de cine
¿Dónde inicia y dónde termina la vida de una película? ¿Hay alguna manera de perpetuar las imágenes y los sonidos que se han realizado a lo largo de la historia? Es posible que ambos cuestionamientos no sean incertidumbres latentes cuando se hace cine, sin embargo, así como la producción, la filmación y la distribución son ejes rectores para su creación, queda en duda si la restauración, como pilar “autónomo” y dador de vida, es el concepto que puede darle continuidad a estas y otras inquietudes.
Entendemos por restauración en el cine al proceso técnico y estético que tiene como último fin la apreciación de la obra en una “segunda vida”, además de la creación de duplicados de negativos después de las intervenciones correspondientes. Al vincularse con un doble mecanismo (el técnico y el estético), la restauración implica tiempo, paciencia y un interés genuino por la historia del cine.
Carlos Edgar Torres Pérez es el subdirector de preservación de acervos en la Cineteca Nacional que, junto a Filmoteca de la UNAM, es una de las principales instituciones que destina esfuerzos a la preservación y restauración de material fílmico en México. Carlos es el encargado de supervisar a un equipo especializado en restauración. Antes de adentrarse en cualquier proceso, para él es importante diferenciar entre la digitalización, que consiste en trasladar el soporte fílmico a nuevos formatos digitales, y la restauración, que significa, entre otras cosas, trasladar el material a digital e intervenirlo.
A partir de esta diferenciación, Torres Pérez señala algunas directrices básicas pero esenciales dentro de la restauración: todo el proceso inicia con una investigación sobre la obra para determinar datos básicos como el director, el año, el país y otros aspectos que den un contexto de creación. Posterior a esto, se hace una inspección física para definir los problemas que presenta el material (rayaduras, roturas, pegaduras, etcétera) que ha adquirido con el paso del tiempo; después se pasa al área de digitalización tratando de respetar los parámetros en imagen y sonido, se arman los rollos para, finalmente, iniciar la intervención digital con programas especiales que limpian y remueven defectos y problemas de las imágenes. El proceso puede tardar desde tres meses, hasta tres años, según la cantidad de especialistas y la película que se restaure.
Hablar de restauración implica ser conscientes de que las películas tienen características de origen y que, además, adquieren otras con el paso del tiempo. Estas variaciones agregan una visión variada, compleja y, fundamentalmente, subjetiva porque el cine es resultado de la mirada de diversos autores. Así, a pesar de todas las técnicas y la disciplina “científica”, determinar cuál y cómo era la obra en un inicio para recuperar sus valores originales es una delgada línea que puede romperse, aunque sólo se pretenda subsanar daños.
Entonces, cuando se restaura, ¿aspiramos a los ceros defectos? Para Torres Pérez: “Sería un error pensar que vamos a quitar todos los defectos porque ni siquiera los conocemos, no sabemos con exactitud cuáles son. Hay errores y defectos. La restauración trata de quitar elementos que no pertenecían a la obra en su momento. Aspirar a eliminar todos los errores es poco viable y pretencioso”.
De esta manera, se reafirma la noción de que la restauración es una reinterpretación: sin la visión de un material que retorna al “origen perfecto”, la intervención del material fílmico propone que, una vez concluido el proceso, se está frente a una nueva obra. Torres Pérez vuelve a señalar: “Lo es porque la restauración es una aproximación a la obra original en muchos sentidos: iniciemos porque ya no se exhibe en formato fílmico, ahora se está en digital y hay un cambio de soporte”.
¿Se reescribe la historia? Sin duda, desde la decisión de seleccionar qué obras restaurar y qué obras preservar, hay un ejercicio de reinterpretación que está más allá del material mismo que se interviene: “Toda elección lleva consigo una pérdida”, señala el especialista. Se pierde y se gana al mismo tiempo. Con el paso a nuevos soportes, es posible que la restauración se ancle al presente con el cuidado de materiales que están en riesgo de perderse en su totalidad: “En los materiales contemporáneos el peligro es la inmaterialidad, no tener un soporte real, concreto y palpable”.
Ajena a los tres pilares en la industria del cine, la restauración insiste en cuestionamientos como los del inicio y abren el papel que juega la preservación en el pasado, el presente y el futuro. Las películas son un testigo de la historia, un documento de su tiempo, si en ellas habita nuestra presencia en el tiempo, ¿por qué acortamos la vida que puede iluminar nuestra existencia?