
La imagen-catástrofe: Lúa Vermella de Lois Patiño
“Trabajo con el medio audiovisual principalmente,
realizando obras que reflexionan sobre la contemplación,
sobre la relación entre personas y paisaje, sobre la propia
naturaleza de la imagen”.
Lois Patiño
Cuenta la leyenda que la Luna Roja desencadena la potencia de las mareas, la “luna de sangre” es un presagio de la catástrofe. En su segundo largometraje, Lúa Vermella, Lois Patiño crea una fábula documental a través de la historia de Rubio, un buzo que ha rescatado alrededor de 40 cadáveres de naufragios del fondo del mar gallego, y la mitología de la región en la que habitan monstruos, hechiceras y fantasmas. El filme reconstruye el imaginario del mar: imagen-catástrofe. El cineasta hace del pueblo de Camariñas, España, un espacio liminar en donde se comunican los vivos y los muertos, un limbo atemporal habitado por fantasmas en el que la materia, la imaginación y la memoria se tornan indiscernibles.
Como en su primer filme, Costa da Morte, los planos fijos devienen en paisajes audiovisuales, sólo que esta vez se trata de paisajes interiores, habitados por figuras humanas estáticas, atemporales, sumergidas en la contemplación extática de lo sublime-terrible; a la vez que su inmovilidad expresa el recogimiento y el duelo ante la pérdida, en el tiempo suspendido de la espera de aquellos que han sido devorados por el mar.
En un diálogo permanente con la pintura, esta vez con la obra de Millet, Patiño filma escenas de la vida en el campo y retratos íntimos, con lo que introduce cualidades plásticas en la imagen cinematográfica, trabajando el color, las texturas, la profundidad, así como la perspectiva; en contramovimiento está el paisaje sonoro, gracias a la amplificación compone un ensamble material-fuerzas que capta el devenir de la naturaleza y da lugar a una percepción molecular en la que todo se hace audible, desde los sonidos de la profundidad oceánica hasta los sonidos estelares, paisaje sonoro en el que reverberan voces anacrónicas.
A través de la imagen audio-visual, Patiño explora la relación entre las personas y el paisaje por medio de la distancia y la duración, así como la composición y el ensamble entre la imagen-visual y la imagen-sonora, lo que hace perceptible lo imperceptible: la imagen-catástrofe genera un efecto de inmersión, una percepción háptica: escuchar con los ojos y ver con los oídos, efecto que a su vez nos hace habitar las imágenes, así como las figuras estáticas habitan el paisaje.
Si Costa da Morte es una arqueo-etnografía poética de la región gallega, Lúa Vermella es una arqueología poética de los sueños y la imaginación, misma que excava en la memoria no sólo de los habitantes de la región sino del paisaje mismo. Así, sumergidos en paisajes submarinos alcanzamos la profundidad de los sueños, profundidad en la que el cielo y la tierra se comunican. La marea de la Luna Roja trae a los muertos de vuelta a casa, todo se tiñe de rojo. En ese limbo atemporal puede ser que Lúa Vermella se trate de un paisaje interior, de una ensoñación marina que acontece en un tiempo flotante, en la indiscernibilidad de si somos nosotros los que soñamos o somos soñados por el mar.
“Al soñar la profundidad, soñamos nuestra profundidad”.
Gastón Bachelard, La tierra y las ensoñaciones del reposo