La ficción extraviada, o el cine de Miguel Gomes
Por Jaqueline Avila
El trabajo de los ojos está hecho. Ve ahora y haz el trabajo
del corazón en las imágenes encarceladas dentro de ti.
Rainer Maria Rilke
A lo largo de varias décadas, Portugal se ha erguido como un caso peculiar en la producción fílmica mundial: un país relativamente pequeño con un mercado interno casi inexistente y una producción nacional modesta, pero cuya presencia en festivales y distinción mundial son poderosas.
Hablar de cine portugués es hablar de Manoel de Oliveira, Paulo Rocha, Pedro Costa, João Canijo, Rita Azevedo-Gomes y, más recientemente, de João Pedro Rodrigues, Ivo Ferreira, Pedro Pinho, Susana de Sousa Dias, João Nicolau, Gabriel Abrantes y Miguel Gomes.
Nacido en Lisboa en 1972, Miguel Gomes se haconvertido en una pieza clave del cine hecho en Portugal gracias, en gran medida, al melancólico exotismo de sus filmes que, sin romper lazos con la repetida vigilancia del legado fantasmal –y de culpa– del pasado portugués, prefiere ceñirse al vigor de la imaginación como posibilidad y memoria.
Quizás una sentencia de Oliveira sería la más adecuada para definir el cine de Gomes: “la ficción es la realidad del cine”; así, el director de Tabú (Tabu, 2012) fragmenta lo real en fotogramas que van y vienen desde el espectro verídico hasta el imaginario, sin límites de perspectiva o de tiempo; el presente existe cuando la verdad se rinde ante la ilusión.
Con media docena de largometrajes y un puñado de cortos a los hombros, el lusitano abandonó la teoría y crítica de cine –a la que se dedicó varios años en el periódico Público– para llevar a nuevos parajes el deseo de ficción.
El crítico francés Serge Daney sentenció, en el segundo tomo de su libro La Maison cinéma et le monde, que los cineastas portugueses eran “intensos arqueólogos enamorados” que hacían “regresar el pasado glorioso y extraño de Portugal desde muy lejos”. Gomes hace eco a esa vocación arqueológica añadiendo un ángulo estético: hurgando en el pasado fílmico y en su memoria encuentra, antes que el homenaje o la imitación, la fuerza para hacer que las más románticas convenciones del cine (re)vivan mientras se filman.
La tensión entre el hoy y el ayer cinematográficos pone en marcha los dispositivos estilísticos del portugués, a la vez que deja entrever su espíritu cinéfilo: de f.w. Murnau a Jean Renoir, pasando por Paulo Rocha o Victor Fleming, Gomes sugiere la vinculación de su cine a un cuerpo de obras a partir de la propia autonomía estética que, en más de uno de sus filmes, conlleva además la imposibilidad de clasificarlos bajo géneros (drama, comedia) o formatos (documental, ficción).
Este es un adelanto del ensayo de Jaqueline Avila para ‘El cine que arde’, edición conmemorativa de los 10 años de FICUNAM, que se publicará en abril 2020.