La espesura del tiempo; Dead Souls, de Wang Bing

Por Rafael Guilhem

En 1956 el gobierno chino creó campos de trabajo y reeducación donde apresó alrededor de 3200 supuestos derechistas y disidentes de las políticas de Mao, personas sujetas a condiciones paupérrimas donde la mayoría murió a causa del hambre, los climas extremos y las enfermedades. Wang Bing —documentalista angular del panorama internacional actual— entrevista a algunos de los sobrevivientes de uno de los campamentos situado en Jiabiangou, en el desierto de Gobi. Todos son ancianos que fallecieron en algún punto de los diez años que duró la filmación. De ese modo, estamos ante planos que bien podrían ser tumbas; rasgos de supervivencia de cara a la espesura del tiempo.

El trabajo sobre los testimonios explora sus posibilidades fílmicas auscultando el volumen de las palabras, los silencios, los gestos y las cicatrices corporales. En Dead Souls es tan importante la forma en que narran el pasado, como la forma en que el pasado los narra a ellos, los habita y no los abandona. ¿En qué tiempo hablan? “Algunos de nosotros seguimos ahí”, enuncia un viejo que dibuja con su mirada perdida el sufrimiento que aún permanece consigo. Quizá la memoria no es un regreso en el tiempo, sino un presente que elabora con cierta opacidad la posibilidad de inscribirse en el flujo de la vida cuando acecha la muerte. Y el cine, en su sentido político, devuelve a través de su registro el fulgor de un incendio inadmisible.