Evocando un mundo post-humano desde el punto de vista de una entidad no humana, la directora checa Viera Čákanyová traza un temerario mapeo cenital de la Isla Rey Jorge en el extremo sur de la Antártida, donde la hegemonía humana se ha reducido a ese “Refugio” para el que parece ser el último hombre, quien cohabita junto con focas, aves, delfines y ballenas: un engrane más de este ecosistema helado y apocalíptico.
El dispositivo de documental de animales se rompe cuando quien mira —inteligencia artificial encarnada en un dron de quien por momentos vemos su sombra— fisga a través de la puerta entreabierta del Refugio al hombre que se intuye recostado. La cámara respira mientras flota en su aleteo asordinado, sin atreverse a irrumpir en un interior imprevisto que despide tonadas de música folk. “Quería que el punto de vista no fuera humano, porque la humanidad está al límite de su potencial natural”. La directora nos sumerge en un ice-trip variante de la ciencia ficción, con el que plantea interesantes perspectivas para abordar temas como el cambio climático y el sentido del estado actual de la humanidad.