En este cuerpo hay alguien más; Príncipe de paz, de Clemente Castor Reyes

Por Maximiliano Cruz

Algunas pastillas para el dolor, próxima consulta en dos meses. Dolores de causas inasibles, dolencias más cercanas al ser adulto, aquejan a Daniel y a David, dos adolescentes que capotean la existencia lejos de los mayores. Junto con sus amigos matan el tiempo con lo inmediato: escuchan música en el dormitorio bajo una iluminación improvisada de antro, repasan videojuegos, juegan fraternalmente al combate cuerpo a cuerpo, simulando o acaso entrenando para aquello que acontece en un exterior insospechado, al que se sale con sigilo exclusivamente, a deambular sin rumbo fijo pues no hay a dónde ir. Un exterior de zozobra y fuegos provocados. ¿Incendios forestales? Venganzas y territorios en disputa.

La locación de este drama proclive al punto de vista subjetivo sugiere el margen, un ecosistema que se desenvuelve bajo sus propios linderos, lejos del centro y del espejo. Un no-lugar al que los mayores despojaron de buenaventura para los más jóvenes y donde epifanías florecen a la fuerza, como recuerdos o añoranzas, como esa sentida interpretación a guitarra eléctrica y batería en una calle de barrio, en alguna ciudad o población cercana, donde se canta “En este cuerpo hay alguien más…”.

El espacio fracturado como cárcel permite la irrupción del artificio frontal en un tratamiento hasta el momento documental de un mundo sin adultos no exento de tensión y amenaza. El descubrimiento de un esqueleto gigante por los amigos en el campo es el punto de quiebre de los personajes y del plano formal. ¿A cuál animal pertenecen los huesos? ¿Hay más como él vivos en la zona? Será necesario entonces pintarse el cuerpo para la guerra. Y entonces sabemos que los restos tienen dueño, un príncipe de paz que los resguarda como amuletos, demiurgo errante por entre torres eléctricas y baldíos…

Sofisticada reflexión estética multiformato sobre el miedo y el convertirse en adulto, en un ambiente de incertidumbre donde no hay futuro perfilado más allá que la lucha por el instante.