El concepto de corrección política no pertenece al ámbito del arte y, por tanto, tampoco al del cine. En estos tiempos de neoliberalismo y capitalismo salvajes los discursos tienden a mezclarse, a confundirse. Es parte de la estrategia. En puridad, la esencia del discurso poético y artístico se sitúa en otra esfera, más allá de cualquier dimensión meramente ideológica. Pero bien sabemos que de todas las artes, el cine es probablemente el más impuro, dado su propio origen y división constante entre lo industrial, lo productivo y lo artístico o lo intelectual. Hoy día parece que esa corrección política pasa por aplicar capas de maquillaje superficial o autocensurarse a la hora de abordar determinadas cuestiones y construir relatos e imágenes. Mientras tanto nos dejamos bombardear por discursos supuestamente alternativos y equidistantes y todo esto tiene más que ver con los logros de esa industria neoliberal dispuesta a formatear los apetitos del consumidor.
El cine, como ciertos jóvenes cienastas nos enseñaron hace décadas ya, es esencialmente un asunto moral y el cineasta –y utilizo esta palabra en el más vasto sentido posible, no únicamente para referirme a los cineastas-directores, sino también a todos aquellos que compartimos el cine desde diversos lugares– tiene una responsabilidad para con él. Ese sentido de lo moral es el único que nos puede hacer comprender todavía qué es una imagen y para qué sirve. Como si no podría llegar a entenderse aquella idea de que un travelling es una cuestión moral. Rossellini lo dejó dicho, el único punto de vista posible es la compasión, la ternura. Me temo que hoy día estamos ya muy lejos de ahí. Pero también, resulta evidente, todo ello tiene que ver con un modo de filmar, un modo de programar, una manera de relacionarnos con el mundo a través del cine y de tratar de que algo de todo ello, por poco que sea, cobre sentido. Es esencial establecer vínculos reales, duraderos y críticos con los films, los cineastas y los espectadores; sólo entonces ese sentido de lo moral podrá ser más fuerte y bello que todas las directrices llegadas de una supuesta corrección política. Esto también, ya nos lo mostró Jonas Mekas. Lo político está donde no se lo busca, en la primavera llegando a una ciudad, en el modo de filmar un rostro, en el latido de una imagen.
*Ángel Santos, cineasta y director artístico de Novos Cinemas