
El festival de cine que flota en un mar de lava
Por Mauricio Rocha, arquitecto
Ciudad Universitaria, que se construyó en los años cincuenta, es la mejor obra de arquitectura mexicana que se realizó en el siglo XX; un grupo de edificios construidos en un lugar donde la vegetación emerge en una gran extensión de piedra volcánica. La gran virtud de este conjunto fue componer la construcción de las diferentes facultades para lograr un gran vacío al centro, logrando un campus inspirado en nuestra arquitectura prehispánica y logrando hasta el día de hoy un gran espacio público que no solo utilizan los estudiantes y maestros, sino que también los fines de semana es habitado por la comunidad de nuestra ciudad como un gran parque.
La inspiración de integrar la arquitectura al paisaje natural del pedregal proviene de Luis Barragán, que ya unos años antes había planeado la urbanización de jardines del pedregal y había puesto reglas muy específicas de cómo los edificios debían convivir con el mar de lava que contiene el territorio. Después, fue también asesor en la conceptualización de CU.
En los setentas existió la necesidad de crear una oferta cultural en la Universidad y se decidieron en hacer diferentes edificios en la reserva ecológica al sur del campus universitario. Se logró una gran pieza de land art por un grupo de artistas encabezados por Federico Silva, Mathias Goeritz y Helen Escobedo, que construyeron una circunferencia en base de varias piezas monolíticas como un borde minimalista que define y concentra la atención de los visitantes en un fantástico mar de lava. Por otro lado, encomendaron a los arquitectos Orso Núñez y Arcadio Artis la construcción de la hemeroteca, sala de conciertos, salas de teatro, danza y cine, y concibieron en su propuesta arquitectónica unos volúmenes en concreto aparente con texturas en líneas verticales que descansan como grandes piedras en los jardines volcánicos. Entre estos volúmenes se abren patios, plazas y ciertos puentes de entrada a los edificios, siempre dejando presente el suelo orgánico que los rodea y los contiene.
Tener la experiencia de recorrer estos espacios, es entender y concientizar la importancia de poder habitar una reserva ecológica sin afectarla, de tener en nuestra ciudad espacios públicos abiertos a cualquier ciudadano donde se fortalece la conciencia cultural a partir de los eventos que ofrece la UNAM, y también se fortalece la conciencia urbana que nos recuerda que sí se puede habitar un lugar donde fluye la naturaleza como hace muchos años sucedió con la antigua Tenochtitlán.