Resulta paradójico que en un continente donde la expectativa de vida promedio de una mujer trans es de 35 años de edad, sea una de ellas Lizbeth Domínguez Marín, quien oficie como sacerdotisa de un pueblo en Guerrero para guiar el tránsito de las almas de los muertos. Es como si, contrario al destino trágico de tantas otras como ella, a esta mujer le hubiera sido reservado un don y, por él, la longevidad necesaria para dar continuidad a los tradicionales ritos sincréticos que permitirán a los difuntos abandonar esta vida y desprenderse de sus familiares y amigos.
López Barroso no solo ha encontrado en San Nicolás Tolentino y Montecillos un personaje cuya entereza y cuya fe son admirables, sino que ha evidenciado aquí la celebración de la vida y los vínculos comunitarios que entrañan estos ritos funerarios: cantos, rezos, flores, telas de satín, velas, trombones y largas procesiones componen los fervorosos y últimos homenajes al espíritu —sagrado y precioso— de quienes han vivido sus últimos días en esta tierra y, a pesar del olvido, se dirigen a una vida nueva.
EL COMPROMISO DE LAS SOMBRAS THE ONE AMONGST THE SHADOWS