El acto de escuchar. Una playlist para la música del Colectivo Cine Mujer

Por Karina Solórzano

El bolero como una educación amorosa —ese es el título de una película de la chilena Carmen Castillo de 1993— que se extiende al melodrama, a la radio novela, a una suerte de universo de “lo femenino” con letras de canciones que hablan sobre “el despertar de los sentidos y el anhelo obsesivo de un amor inmortal”, como dice Castillo en su película. 

En Vicios en la cocina (1978), dirigida por Beatriz Mira, la voz de Alberto Beltrán con la Sonora Matancera habla de esa obsesión: “Aunque me cueste la vida, sigo buscando tu amor, te sigo amando, voy preguntando dónde poderte encontrar”. La secuencia inicial nos introduce a la vida de una ama de casa, asistimos al registro de un día entre interminables labores. El trabajo con el sonido —y la música— en la primera etapa del Colectivo es parte de la tensión entre la ficción y el documental; el bolero se encuentra con la poesía de Silvia Plath para describir el tedio doméstico. 

Ese interés por la música popular, compartido con distintas cineastas de diversos países de Latinoamérica, es un eje que guía el cine del Colectivo Cine Mujer. Del bolero y la música de la Sonora Matancera pasamos a la música de la Banda de Música Autóctona de Yalalag en Yalaltecas (1984) y a las voces de distintas mujeres que se organizan en contra del cacicazgo de la región. La música está presente hasta en las demandas populares de esta segunda etapa del Colectivo, como en el título de una canción de Daniela Romo un sindicato de mujeres no pide la luna; pide buenas condiciones de trabajo.