Detonadores. La sombra del desierto
Fumamos dentro de un auto varado en un arenal. Michel, al frente, habla de una nación indígena que ha declarado la guerra al gobierno estadounidense por el asunto del muro fronterizo. Estamos en algún lugar del desierto de Sonora, territorio Tohono O’odham que comparte nacionalidad entre México y Estados Unidos.
“Sobre nuestro cadáver”, han respondido los jefes de la tribu al plan de dividir la frontera con un muro que partirá el desierto que habitan y que desde hace siglos custodian de los asedios de los Apaches, del ejército mexicano y del ejército estadounidense.
Con el sonido del viento transportando la arena, seguimos hablando de fronteras, territorialidades, periferias, éxodos, resistencias, y hasta parece que vamos a llegar a algún lado, aunque ya sabemos que no llegaremos ni al final.
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Silencio y vuelve la secuencia inicial de Run of the Arrow, de Samuel Fuller, reproduciéndose despacio.
Abril 9, 1865, domingo de Ramos. Sobre una extensa planicie de Virginia, repleta de soldados muertos y humareda, cabalga despacio un soldado yanqui que no se sabe si agoniza o lo vence el sueño. Resuena una música grave, tan grave como el destino que le espera al soldado, y luego suena un disparo. El soldado yanqui no tarda mucho en caer, ayudado por el caballo que le abandona.
Cerca de ahí, pertrechado tras la rueda de una carreta destruida, un hombre, con el rostro cubierto de mugre, se levanta despacio sin dejar de apuntar con el fusil que aún humea. Podría ser un sureño, un partisano, un filibustero, un mercenario, un bandido, un mexicano, un migrante, un indio, pero eso no lo sabremos sino hasta después.
El cuerpo del soldado yanqui donde yace la bala está tendido en primer plano. Desde el fondo se acerca el hombre y sin soltar el fusil lo alcanza para esculcarlo. Encuentra tabaco, papeles firmados, y otras cosas que no le interesan. Angustiado sigue buscando hasta y al final su profundo deseo es recompensado. Algo que parece comida ha aparecido y con la mirada en trance lo devora con desesperación. Es el último día de la guerra de secesión americana y el hombre, cubierto de mugre, no sabe que acaba de disparar la última bala de la masacre.
Ni el humo que nos asfixia, ni el viento arenoso que arrecia, nos dejan ver el resto de la película, pero una imagen surge. Imagen que se me encaja con la furia de la que habla Herzog cuando le mordió la imagen de un barco de vapor cruzando una montaña. Imagen que me acompañará durante los próximos años mientras desdoblo una película que le dio por nombrarse La sombra del desierto: un muro arde al final de la noche y suena la aurora.
*Primera entrada del diario de trabajo de Juan Manuel Sepúlveda, director
Horarios: Cine Tonalá Roma 14 de marzo: 17:00