por Tania Tagle (@Tania_Tagle)
“Los mejores crímenes para mis novelas se me han ocurrido fregando platos. Fregar los platos convierte a cualquiera en un maniaco homicida de categoría”.
Agatha Christie
Jeanne Dielman vive y trabaja en el 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles. El título de esta película bien podría ser la biografía de la protagonista. Situada (y sitiada) en el espacio doméstico y sus rituales, Jeanne limpia, tiende las camas, lava la tina y los trastes; pela papas, las pone al fuego en una olla, recibe algún cliente anónimo en la alcoba mientras se cuecen y las retira justo a tiempo para la cena que comparte con su hijo adolescente. A la mañana siguiente, Jeanne repite el ritual rigurosamente, las camas, los pisos, la cocina, el cliente. Jeanne es una máquina perfectamente cronometrada para el mantenimiento de la vida a través del trabajo doméstico, el trabajo sexual y la maternidad. Y esa sola revelación resulta más violenta que cualquier crimen.
La directora Chantal Akerman no ha tenido que recurrir a ningún efecto especial para producir este shock en el espectador; su mejor recurso ha sido justamente no hacer uso de ninguno. Durante más de tres horas, vemos a Jeanne fregar una tina de principio a fin, lavar platos y cocinar en el tiempo real que llevan estas actividades. El tedio de su cotidianidad y el automatismo de su vida se convierten poco a poco en una amenaza siniestra e inquietante para los espectadores, culminando en un desenlace un tanto hiperbólico que sacude todos los elementos minimalistas del filme para convertirlo por un momento en una casi comedia fársica, lo que permite una lectura crítica mucho más rica. Todas las tareas no retribuidas que realiza Jeanne, al igual que su trabajo remunerado, se encuentran feminizadas y confinadas al ámbito de lo privado, a su domicilio, del que nunca sale. La precisión de su rutina le permite sobrellevar, como un Sísifo, ese trance que es el performance de su género; pero en el momento que algo se desincroniza, Jeanne pierde el control, o se permite a sí misma dejar de simularlo.
Esta película, estrenada en 1975, sigue resultando igualmente incómoda y perturbadora. La sociedad aún tiene pendiente una larga conversación sobre el trabajo doméstico, el espacio privado y el trabajo sexual.