CHACO; el enemigo es un fantasma

Por Pedro Adrián Zuluaga

Hay una escena de Chaco que muestra la insensatez que sobrellevan los combatientes de la guerra librada entre Paraguay y Bolivia, en la década de 1930, por el control de la subregión del Chaco Boreal que sirve de frontera a los dos países. Una avanzada de soldados que hace parte del batallón liderado por el militar alemán Hans Kundt, encuentra a dos inermes indígenas y se apresura a preguntarles si son paraguayos o bolivianos. La interrogación resuena, en ese momento de la película, con toda su carga de delirio y absurdo.

La primera película de ficción del cineasta boliviano Diego Mondaca rescata una historia cubierta de silencio: la participación de indígenas aymaras y quechuas como soldados de la Guerra del Chaco, y el daño psicológico y moral que el conflicto les causó. Mientras los soldados descienden más y más en el infierno de una guerra donde incluso el enemigo es un fantasma, la película crece en tensión, cuidándose de estetizar el paisaje o de ofrecer cualquier ancla histórica que sirva para justificar lo injustificable. Por el contrario, se hace evidente cómo las guerras avivan una imaginación colonial siempre eficaz. La respuesta de Chaco es filmar la guerra como un anti-espectáculo, una no-guerra: el tiempo de la espera y la locura que lleva al ‘corazón de las tinieblas’.