Encontrar belleza en el desastre; High Life, de Claire Denis
Por Sofía Ochoa Rodríguez
Un plano abierto de un jardín sobre el que llueve, un close-up al detalle de las plantas que lo pueblan; todo se ve tan natural y salvaje en la secuencia inicial de High Life. Minutos después podemos darnos cuenta de que el contexto hace de este privilegiado espacio un reducido Edén, y que de los personajes, el padre (Robert Pattinson) y la bebé que balbucea la palabra ‘tabú’, surgirán seres míticos… Nos encontramos a bordo de una nave en la primera película en inglés de una Claire Denis de treinta años de carrera que ahora se lanza con suavidad hacia la ciencia ficción. El vehículo es como un laboratorio dirigido por otra presidiaria, una científica obsesionada con la reproducción, a la vez bruja, madre y diosa de la sexualidad (Juliette Binoche).
Este cubo cósmico que rehabilita sus ciclos cuando los tripulantes insertan sus relatos diarios cada 24 horas, funciona como un dispositivo para aislar y experimentar con atributos humanos. La sensualidad, el deseo y el rechazo hacia el otro, la búsqueda de la redención y la violencia, los tópicos del cine de Denis gravitan letárgicamente pero colisionan con una fuerza expresiva de magnitudes mortales que salpican sangre, semen y leche materna. Incluso en los momentos más atroces, la mirada que recae sobre estos desorbitados animales está plagada de ternura. Dentro de la cárcel galáctica, la cámara los sigue siempre de cerca, acompañándolos hasta en el crimen. No son las decisiones que han tomado lo que los mantiene desamparados en el silencio, sino la crueldad de todo un linaje. Al salir del claustro, el panorama se abre y muestra el ritmo y la armonía de los cuerpos que previamente estaban en conflicto, como si cayeran bajo el influjo pitagórico de la música de las esferas, que aquí vibra con largas notas metálicas.
El tiempo no ha menguado la energía de Denis, mucho menos ese talento que parece nato para crear imágenes icónicas, pero le ha dado la perspectiva para aceptar la belleza que existe en el desastre que somos como especie.